Viernes 15 de Agosto

Esta tarde he acompañado a mis compañeros de logística al almacén de Save the Children. Había más de cien compañeros preparando una media de 3.000 kits por día con ropa, cacerolas, jabón, etc. para distribuir entre las familias. En la hora y media que estuvimos en el almacén salieron dos camiones llenos de ayuda hacia al delta. En total, en las próximas semanas vamos a distribuir 70.000 kits para las familias afectadas por el ciclón. Además de kits para los alumnos, para los profesores y para las escuelas con pizarras, tizas, libros, mochilas, chubasqueros, juguetes y sobre todo comida, arroz, judías y aceite. Es impresionante comprobar cómo los números que ves sobre el papel se transforman en cosas materiales que ocupan espacio y que hay que transportar en unas condiciones más que difíciles ya que la única forma de acceder a los pueblecitos del delta es en barco.

Martes 12 de Agosto

Lluvia, lluvia y más lluvia. Hace días que no vemos el sol. En Myanmar hay dos estaciones, la época seca y la de lluvias que dura desde principios de junio hasta finales octubre. La gente más mayor dice que antes era diferente, que no duraba tanto tiempo ni llovía tanto pero el cambio climático está modificando la duración de las estaciones y la intensidad de las lluvias. Siempre llueve cuando salimos a comer y también por la noche, cuando salimos de la oficina. Es ley de Murphy, si vas a salir a la calle llueve. Nos envolvemos en nuestros chubasqueros, cogemos prestado el paraguas de algún compañero y nos remangamos los pantalones aunque no sirve de mucho porque la lluvia es torrencial. De todas formas siempre podemos esperar a que pare un poco o coger un taxi. En el delta es diferente. Los caminos se convierten en un barrizal que los niños tienen que cruzar cada mañana para poder llegar a clase.

Domingo 10 de Agosto

Me encuentro fatal. Parece que hay un virus suelto por la oficina porque poco a poco vamos cayendo todos. Dolor de estómago, la cabeza que no se sostiene sobre los hombros y debilidad en general. A pesar de todo esta mañana he saltado de la cama a la seis para ir al aeropuerto con unos compañeros a esperar un avión de Naciones Unidas con un cargamento para Save the Children. A la vuelta derecha a la cama a intentar recuperar fuerzas para la semana.

Martes 5 de Agosto

Llevo un mes en Yangón y me he enamorado de esta ciudad. Lo primero que me sorprendió fue su verdor, jardines y árboles por todas partes aunque antes de Nargis había muchos más.

Yangón es una mezcla de edificios coloniales en plena decadencia, torres de pisos con fachadas llenas de moho, y algunos, los menos, edificios modernos. Los vendedores de flores de jazmín inundan las calles a primera hora de la mañana y los taxistas no entienden porque los internacionales preferimos dar ir al trabajo caminando.

El centro de la ciudad es una maraña de calles bulliciosas. Una pagoda budista, una mezquita musulmana, un templo hindú y una iglesia protestante conviven a escasos metros unas de otras. En cada esquina una improvisada tetería con pequeñas mesitas y sillas de plástico, una televisión que congrega al vecindario. Té con leche condensada y churros para desayunar.

Explorar la ciudad es toda una aventura llena de sorpresas. El barrio chino con sus tenderetes y el mercado hindú con su olor a especias. Los puestos de comida y fruta fresca inundan las calles de color. Las aceras con sus enormes socavones convierten el paseo en una carrera de obstáculos. El mercado de Bogoke con sus cientos de puestos vendiendo artesanía, marionetas y los tradicionales longis.

Por las noches los edificios más viejos con sus grandes ventanales dejan ver a las familias en su interior. La normalidad parece haber regresado a Yangón tras el ciclón, aunque aquí también cada familia tiene su historia sobre Nargis.

Sábado 2 de Agosto

Una noche como la de hoy hace tres meses Nargis arrasó Myanmar dejando más de 138.000 muertos o desaparecidos y más de 2,4 millones de damnificados. La gente de Myanmar no quiere mirar hacia atrás sino hacia delante. Quieren que sus hijos regresen a la escuela y conseguir una forma de ganarse la vida pero sobre todo necesitan alimentos y los van a necesitar en los próximos meses. El 42% de los hogares del delta perdieron todas sus reservas de alimentos durante el ciclón. Además la temporada para plantar arroz acaba de terminar y solo han conseguido plantar el 50% del arroz cultivable pero ni siquiera saben si germinará bien porque el ciclón inundó las tierras con agua salada. Aquí estamos trabajando a contra-reloj para distribuir más de 7.000 toneladas de alimentos a más de 150.000 personas en el delta durante los próximos tres meses.

Miércoles 30 de Julio

De vuelta en la oficina, tengo serios problemas para acceder a mis correos electrónicos, Internet y velocidad son antónimos ¡eso cuando funciona! la luz va y viene cuando le parece y esto es así todos los días. Mis compañeros locales se ríen cuando los internacionales nos alteramos por esas nimiedades que para ellos son completamente normales. Parece mentira las cosas que damos por hecho desde nuestro cómodo mundo occidental. Nos hemos acostumbrado a estar comunicados veinticuatro horas al día con nuestros móviles último modelo y nuestra conexión ultra-rápida a Internet. De alguna manera hemos perdido la capacidad de ser pacientes. En un contexto como este no te queda otro remedio que recuperar esa capacidad de saber esperar y sobre todo de buscar soluciones alternativas.

Domingo 27 de Julio

De regreso en Yangón; los domingos no hay helicópteros así que no nos ha quedado más remedio que regresar igual que vinimos, diez horas de coche por caminos llenos de socavones. Saliendo de Labutta hemos parado en los campos de refugiados de las tres millas y de las cinco millas. Hoy brillaba el sol y los niños aprovechaban para saltar a la comba y construir castillos de arena. En el campo de las cinco millas Save the Children ha construido un espacio seguro para que los niños puedan jugar. Qué mejor forma de encontrarlo que preguntando a los chavales. En nuestro camino se iban sumando más y más niños, que estaban encantados de la novedad de tener extranjeros con los que jugar.

Thin Thin, la mamá de dos de las niñas que jugaban con nosotros nos contó su historia. Perdió a su marido, a una de sus tres hijas, a su padre y a su hermano en el ciclón. Ahora vive en el campo de refugiados con su madre y sus dos hijas de nueve y cinco años. Nos contó que la tormenta se ha llevado todo lo que tenía, a sus seres queridos y todas sus posesiones. Los campamentos están empezando a ser desmantelados y la gente tiene que volver a sus pueblos aunque no les queda nada allí. Sus hijas no quieren volver al pueblo donde vieron morir a su hermana y a su padre, tienen mucho miedo. Thin Thin nos contaba que nunca podrá olvidar aquella noche y que pase lo pase no quiere volver.

Sábado 26 de Julio

Hemos visitado Lbekurin, un pueblo del delta del Ayeyarwaddy que perdió doscientos hogares en el ciclón de unos doscientos sesenta. De todos los pueblos que hemos visitado este es donde más se pueden apreciar los efectos de Nargis. Una paisaje desolador, caminos de barro y al fondo una escuelita en lo que antes era un almacén. Los ojos de los niños hablan de la terrible experiencia por la que han pasado; sus miradas han perdido el brillo y la risa. La profesora nos ha pedido que Save the Children construya un espacio seguro para que los niños puedan jugar.

En el pueblo hemos conocido la historia de Phyo Wai Zaw, un chavalín de 14 años con cara de pillo pero con la sombra de la tristeza en la mirada. Estaba en el campo ayudando a sus padres y a sus abuelos cuando les sorprendió la tormenta. Phyo Wai Zaw fue el único superviviente, consiguió agarrarse a un palo de bambú. Su padre murió intentando salvar a su mujer y a su propio padre. Phyo Wai Zaw tiene un hermano de ocho años y los dos están al cuidado de su tía. Viven en una cabaña con quince personas más.

Nos ha contado que le gustaría mucho volver a la escuela pero que ahora que sus padres no están tiene que trabajar en el campo y ocuparse de los búfalos de agua. La escuela secundaria más cercana está en otro pueblo a media hora de camino pero la tormenta convirtió los caminos en lodazales de barro y la temporada de lluvias no ayuda. Su hermano pequeño va a la escuela primaria en el pueblo y dice que le hace feliz. De vuelta en la oficina de Labutta les contamos a nuestros compañeros el caso, esperamos que con la ayuda de Save the Children pueda volver cuanto antes a la escuela.

Viernes 25 de Julio

(Continuación a la experiencia en el terreno).
Finalmente no conseguimos plaza en el helicóptero de Naciones Unidas, imprevistos de último momento, y tuvimos que conducir durante diez horas por caminos de barro, de bache en bache y de socavón en socavón. Llegando a Labutta paramos en el campo de refugiados de las cinco millas, la lluvia caía fuerte y la gente se refugiaba en sus tiendas de plástico azul. A pesar de la crudeza de la situación la gente intenta normalizar sus vidas, pasarelas de bambú sobre el barro, ropa tendida, niños que nos mirar con curiosidad.

Llegamos a Labutta de noche con la lluvia todavía sobre nosotros, en algunas calles el agua nos llegaba hasta la rodilla. Una parada en la oficina de Save the Children para conocer a nuestros compañeros locales, una cena rápida y a dormir. Nuestras compañeras locales me han acogido en su casa, una sala de estar grande y encima una gran habitación donde dormimos todas sobre esterillas y con mosquiteras. Los monjes han estado entonando cánticos en el monasterio durante toda la noche y sus rezos llegaban hasta nuestros oídos amplificados por un altavoz gigante. Imposible dormir.

Esta mañana la lluvia seguía cayendo con fuerza y temíamos no poder salir a visitar los pueblos ya que la única forma de llegar es por barco. La zona del delta está compuesta por grandes ríos y centenares de pequeños afluentes. Finalmente amainó un poquito, lo suficiente para poder navegar, aún con lluvia y algunas olas fuertes. El paisaje era impresionante, antes del ciclón esta zona debió ser preciosa, ahora ven los efectos del ciclón en los árboles rotos o arrancados.

Después de dos horas de viaje llegamos a nuestro destino, Pyin Daung Dwin, donde Save the Children está construyendo un espacio seguro para los niños cerca de la escuela. Antes la escuela tenía dos edificios pero la tormenta dejó sólo uno en pie. Muchos de los habitantes se refugiaron en el tejado y así es cómo algunos lograron sobrevivir. Los adultos nos contaban sus problemas para conseguir sustento porque han perdido sus campos, sus animales, sus barcos y sus redes. Mientras tanto los niños nos miraban con los ojos como platos, no ven a muchos extranjeros por aquí.


La siguiente parada es en un pueblo a media hora de camino. Las sandalias en la mano, barro hasta las rodillas, intentamos no perder el equilibrio, parecemos búfalos de agua. Visitamos otro espacio seguro de Save the Children este sí terminado, jugamos un rato con los peques y charlamos con los padres. Los niños adoran a nuestros compañeros locales que les enseñan nuevos juegos y les llevan libros y juguetes. De regreso al barco nos encontramos con una niña dibujando lo que parece un globo terráqueo sobre el barro con un palito. Sus amiguitos nos han pedido que traigamos libros para colorear. Regresamos a Labutta de noche, con el motor del barco haciendo aguas. Creo que para tendremos que conseguir otro barco.

Miércoles 23 de Julio

He pasado unos días en terreno, y sin acceso a las nuevas tecnologías. Nuestros permisos llegaron a tiempo y pudimos viajar a Kunyangon, un pueblo a unas tres horas de camino de la capital. Lo primero una visita a la oficina de Save the Children y al almacén donde pizarras, libros y juguetes estaban listos para ser distribuidos. Siguiente parada, la escuela temporal que Save the Children ha construido en Kamar Kalum, en los alrededores de Kunyangon. La antigua escuela quedó en ruinas tras el paso de Nargis, igual que 4.000 escuelas en todo el país. El pueblo perdió cuarenta personas en el ciclón, entre ellos cuatro niños.

En la escuela la profesora nos contó lo importante que es para la comunidad que los niños puedan ir a la escuela. Además conocimos a la mamá de Min Min, uno de los niños que ha podido retomar sus clases en la escuela temporal. Los padres de Min Min trabajan en el campo y perdieron su casa, su pequeño huerto y también una de sus dos vacas en la tormenta. Min Min es hijo único y sus padres quieren que tenga una buena educación, de mayor quiere ser médico.

Es increíble comprobar la fuerza y las ganas que familias como la de Min Min, que lo perdieron todo en el ciclón, tienen para salir adelante y sus deseos de que sus hijos tengan una educación para que en el futuro puedan llevar una vida mejor.

Por las tardes la escuela temporal se convierte en una zona de juegos para los niños con peluches, cuentos y juegos de construcción. Los niños con los que estuvimos jugando han pasado por experiencias terribles. La profesora nos contaba que jugar y estudiar en la escuela les está ayudando a superar los traumas del ciclón.