Finalmente no conseguimos plaza en el helicóptero de Naciones Unidas, imprevistos de último momento, y tuvimos que conducir durante diez horas por caminos de barro, de bache en bache y de socavón en socavón. Llegando a Labutta paramos en el campo de refugiados de las cinco millas, la lluvia caía fuerte y la gente se refugiaba en sus tiendas de plástico azul. A pesar de la crudeza de la situación la gente intenta normalizar sus vidas, pasarelas de bambú sobre el barro, ropa tendida, niños que nos mirar con curiosidad.
Llegamos a Labutta de noche con la lluvia todavía sobre nosotros, en algunas calles el agua nos llegaba hasta la rodilla. Una parada en la oficina de Save the Children para conocer a nuestros compañeros locales, una cena rápida y a dormir. Nuestras compañeras locales me han acogido en su casa, una sala de estar grande y encima una gran habitación donde dormimos todas sobre esterillas y con mosquiteras. Los monjes han estado entonando cánticos en el monasterio durante toda la noche y sus rezos llegaban hasta nuestros oídos amplificados por un altavoz gigante. Imposible dormir.
Esta mañana la lluvia seguía cayendo con fuerza y temíamos no poder salir a visitar los pueblos ya que la única forma de llegar es por barco. La zona del delta está compuesta por grandes ríos y centenares de pequeños afluentes. Finalmente amainó un poquito, lo suficiente para poder navegar, aún con lluvia y algunas olas fuertes. El paisaje era impresionante, antes del ciclón esta zona debió ser preciosa, ahora ven los efectos del ciclón en los árboles rotos o arrancados.
Después de dos horas de viaje llegamos a nuestro destino, Pyin Daung Dwin, donde Save the Children está construyendo un espacio seguro para los niños cerca de la escuela. Antes la escuela tenía dos edificios pero la tormenta dejó sólo uno en pie. Muchos de los habitantes se refugiaron en el tejado y así es cómo algunos lograron sobrevivir. Los adultos nos contaban sus problemas para conseguir sustento porque han perdido sus campos, sus animales, sus barcos y sus redes. Mientras tanto los niños nos miraban con los ojos como platos, no ven a muchos extranjeros por aquí.
La siguiente parada es en un pueblo a media hora de camino. Las sandalias en la mano, barro hasta las rodillas, intentamos no perder el equilibrio, parecemos búfalos de agua. Visitamos otro espacio seguro de Save the Children este sí terminado, jugamos un rato con los peques y charlamos con los padres. Los niños adoran a nuestros compañeros locales que les enseñan nuevos juegos y les llevan libros y juguetes. De regreso al barco nos encontramos con una niña dibujando lo que parece un globo terráqueo sobre el barro con un palito. Sus amiguitos nos han pedido que traigamos libros para colorear. Regresamos a Labutta de noche, con el motor del barco haciendo aguas. Creo que para tendremos que conseguir otro barco.
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