Hoy hace dos semanas que salí del aeropuerto de Barajas con destino Yangón. El ritmo de trabajo es tan fuerte que parecen dos meses. Pasamos una media de doce horas diarias en la oficina pero los primeros meses fueron muchísimo peor. Algunos de mis compañeros que llevan aquí desde los primeros días de la emergencia están literalmente exhaustos pero aun así sacan fuerzas de algún lugar desconocido y siguen trabajando al cien por cien. Tanto los internacionales como el personal local están totalmente volcados en dar respuesta a las necesidades de la población y en el bienestar de los niños. Hablamos de trabajo en el desayuno, en la comida y en la cena. Los fines de semana tampoco dejamos descansar a nuestros sobreexplotados ordenadores y aprovechamos cualquier momento para una improvisada reunión.
Uno desde casa se pregunta cómo se consigue dar una respuesta rápida ante una emergencia, la clave es trabajo, trabajo y más trabajo.
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