Viernes, 12 de septiembre

El vuelo a Yangón ha sido bastante movidito, con dos paradas para recoger a varios compañeros de Save the Children y de otras ONGs y con tormenta todo el camino. Tres días sin llover y justo hoy ha amanecido un día de tormentas tropicales. De regreso en la oficina hay mucho trabajo que dejar cerrado antes de volver a Madrid. Lo primero informar de los problemas y preocupaciones de las comunidades que hemos visitado.

En todas las conversaciones se repetía el mismo tema, la preocupación por conseguir agua potable cuando llegue la época seca. Hemos ayudado a las comunidades a limpiar los estanques de agua pero sigue estando salada, Nargis contaminó los estanques con agua del mar. También les hemos proporcionado materiales y formación para construir tanques de recolección de agua de lluvia pero la temporada de lluvias esta terminando antes de lo esperado. 

Jueves, 11 de septiembre

De regreso en Thingungone después de tres horas de viaje en barco hoy toca trabajar en la oficina, recopilar toda la información, ponerla en orden, contrastarla, hacer las últimas preguntas y hablar con Yangón para confirmar que tenemos plaza en el helicóptero de mañana. Thingungone es un pueblecito de calles de casitas bajas y calles de barro, las puertas y las ventanas siempre abiertas la intimidad importa poco y la vida vecinal mucho. 

El pueblo está inundado de camisetas rojas de Save the Children, en total en toda la isla hay 200 personas trabajando en el programa de emergencia. Para muchos es su primer trabajo y lo hacen con una ilusión y una dedicación tremendas. Casi todos están en la veintena y después del trabajo les quedan energías para preparar un show para sus compañeros. Subimos al barco que utilizamos para las distribuciones de alimentos y en cubierta han montado un pequeño escenario, cantan, bailan, se disfrazan, parodian a sus jefes que acaban subidos al escenario bailando con ellos. Por supuesto, también sacan a bailar a la Spanish Lady y me veo intentando imitar la forma de bailar de mis compañeros de Myanmar al ritmo de música tradicional. Qué mejor terapia para liberar la tensión y el estrés que unas risas. 

Miércoles, 10 de septiembre


Esta mañana hemos visitado una clínica móvil de Save the Children, que consiste en visitas de médicos, enfermeras y nutricionistas una vez por semana a distintos pueblos remotos del delta. Los médicos nos contaban cómo algunas comunidades nunca habían visto a un médico antes y utilizaban un curandero para temas de salud. Mientras charlábamos han empezado a llegar un montón de mamás con sus bebés para realizar un control nutricional. Aproximadamente 30,000 niños sufrían desnutrición antes del ciclón. Las mamás están encantadas con las visitas semanales de la nutricionista y muchas nos contaban cómo no eran conscientes de que sus bebés sufrieran malnutrición antes de que les visitara el médico. Los bebés, los niños más bonitos que he visto nunca, con sus caritas pintadas de thanatkahr, un maquillaje tradicional que proviene del árbol de thanatkahr y que sirve como protector solar.

Martes, 9 de septiembre


Tres horas de barco para llegar a Deedugone, un pueblecito al sur de Ahlaekyun. Nos estamos quedando en una casita donde vive el personal local, a escasos 100 metros del mar. Antes había 3 hileras de casitas de bambú y multitud de palmeras, ahora desde la puerta de la casa se ve el mar. Caminando por la playa una nena de unos ocho añitos me regaló unas conchas de mar. A pesar de la destrucción el lugar es increíblemente bonito. Huele a mar, a pescado seco, a fresco y a bebé. Hay niños por todas partes. Uno de los médicos de Save the Children nos contaba cómo extrañamente muchos niños y bebés han sobrevivido el ciclón mientras que sus padres no. La familia cercana se hace cargo de los niños o las comunidades se organizan para cuidarlos. En muchas ocasiones una pareja que ha perdido a todos sus hijos se hace cargo de niños que han perdido a sus padres. 

Lunes, 8 de septiembre

Arriba a las cinco de la madrugada para ir al aeropuerto. Allí nos hemos encontrado con compañeros de otras ONGs que también trajaban en el delta. El helicóptero un antiguo modelo ruso con espacio para unas veinte personas y cargo. Cuando las hélices han empezado a funcionar y nos hemos colocado los cascos se me ha encogido el estómago. Pero en cuanto hemos despegado ¿quién dijo miedo?, la sensación es muy diferente a la de volar en avión y el paisaje increible.

Después de una parada para dejar cargo hemos llegado a Thingungone a eso de las 10 de la mañana. Dos horitas de vuelo para un trayecto que por tierra y agua lleva dos días completar. La oficina es un edificio pequeñito de dos plantas, abajo un par de ordenadores y mesas y arriba esterillas sobre el suelo para dormir. Hablando con uno de nuestros compañeros nos ha contado cómo perdió a más de 40 familiares durante el ciclón. Casi todos nuestros compañeros de Myanmar tienen una historia parecida que contar. Es increíble el coraje que demuestran trabajando en la respuesta a la emergencia. 

Por la tarde hemos salido en barco a visitar varias comunidades y hemos estado en una distribución de alimentos. La ayuda llega y la gente aquí en estos momentos depende de ella para sobrevivir. Esperemos que la cosecha de arroz sea suficiente para este año y que puedan salir pronto al mar con sus barcos y redes reparados. 

Domingo, 7 de septiembre

De regreso en Yangón, buenas noticias, ¡conseguimos plaza en el helicóptero! Que no se me olvide nada, portátil, cámara de fotos, protección solar, antimosquitos, chubasquero. ¡Todo listo!

Sábado, 6 de septiembre


Ayer el despertador sonó a las 4 de la madrugada. Vuelo con destino Bagán, ciudad de templos milenarios y atardeceres increíbles. Es temporada de lluvias y a penas hay turistas. Me siento un poco Indiana Jones explorando templos con la ayuda de una linterna y viendo el amanecer y la puesta de sol en la más absoluta soledad. Eso sí, en lo alto de un templo, me encontré con dos madrileñas y una catalana que están visitando el país. Qué agradable charlar un ratito en castellano después de casi tres meses de inglés y tres palabras en Myanmar. 

Jueves, 4 de septiembre

Son las ocho de la noche y estoy en la oficina, peleándome con un documento llamado informe de situación que es mi pesadilla de todos los jueves. Hoy se hace menos cuesta arriba porque mi jefe me ha dado un par de días de unas merecidas vacaciones que justo empiezan mañana. He comprado un billete a Bagán y el alojamiento ya lo solucionaré cuando llegue allí. ¡Me voy a preparar la mochila!

Lunes, 1 de septiembre

Confirmado, el lunes que viene salgo a terreno con dos de mis compañeros. Hemos pedido nuestros permisos de viaje y plaza en el helicóptero. Espero que esta vez haya más suerte. Vamos a Ahlaekyun (Middle Island), una de las zonas más afectadas por el ciclón y más remotas ya que se trata de una isla en mitad del delta. Con uno de los equipos de Save the Children más motivados. Famosos en el programa de emergencias por trabajar muy duro durante el día y por organizar pequeñas representaciones teatrales para sus compañeros durante la noche. ¡Qué ganas de conocerles!

Jueves 28 de agosto

Ha empezado la cuenta atrás y en tres semanas estaré cogiendo un vuelo de regreso a España. Los últimos dos meses han pasado volando aunque empiezo a sentir el cansancio de las largas horas en la oficina y a echar mucho de menos a mi gente. Pero aún me quedan tres semanas muy intensas de trabajo y seguramente otro viaje a terreno antes de preparar la mochila para volver a Madrid.

Aquí se queda mucha gente. Somos más de 900 personas trabajando en la respuesta de emergencia, la mayoría nacionales. Muchos de los compañeros internacionales que estaban aquí cuando llegué se han ido marchando en las pasadas semanas. El objetivo es que cada vez quedemos menos internacionales y nuestros compañeros nacionales se hagan cargo del programa. Se trata de transferir conocimientos pero en realidad la transferencia es mutua porque llegas pensando en todo lo que puedes dejar y te vas pensando en todo lo que has aprendido.

Lunes 25 de agosto

Mis compañeros de Protección a la Infancia nos han traído hoy un centenar de dibujos de los niños que estudian en las escuelas temporales y que juegan en los espacios seguros de Save the Children. Es tremendo ver el proceso de duelo y lenta recuperación a través de los dibujos. Los de las primeras semanas son todos del ciclón y las escenas se repiten, árboles rotos, casas destrozadas, gente encaramada a los árboles o a los edificios y sobre todo gente que es arrastrada por la corriente. Son niños que vieron cómo sus hermanos o sus padres morían intentando sobrevivir, cómo sus amiguitos eran arrastrados por la corriente. Nuestros compañeros juegan con ellos y le ayudan a superar el trauma que han experimentado. Poco a poco los dibujos van teniendo un poquito más de color y las temáticas van cambiando, los espacios de juegos, sus amigos. Sin embargo, muchos aún siguen teniendo pesadillas.

Miércoles 20 de Agosto

Había una vez un niño llamado Nyi Lay que vivía en el delta del Irrawaddy. Le gustaba ir a la escuela y jugar al futbol con sus amigos. Sus papás trabajaban en el campo y también salían a pescar para que ni a él ni a sus hermanos les faltase alimento. Una tarde el viento empezó a soplar fuerte y el cielo se volvió gris. Nyi Lay corrió a refugiarse en su cabaña de bambú con el resto de su familia. El viento soplaba y soplaba y decidieron trasladarse a la casa de madera de unos vecinos. Los ríos se desbordaron y las olas chocaban contra la casa. Los más pequeños lloraban.


Nyi Lay y su familia corrieron hacia una zona de tierras altas donde se había refugiado la gente del pueblo. El agua seguía creciendo y tuvieron que enterrar los pies en el barro para no ser arrastrados por la corriente. Tenían frío y estaban muy asustados. El agua no paraba de crecer y decidieron subir a los árboles pero cuando intentaban alcanzarlos una ola se llevó a sus dos hermanas. La mamá, el papá, Nyi Lay y su hermano pequeño consiguieron subir al árbol pero el viento soplaba muy fuerte y lo derribó. Entonces Nyi Lay miró a su alrededor y estaba sólo flotando junto a un tronco. La lluvia caía tan fuerte que le hacía daño en la espalda pero se aferró al tronco y se dejó arrastrar por la corriente durante horas.

Finalmente paró de llover, llegó la mañana y el agua fue disminuyendo. Nyi Lay estaba triste y asustado, vio muchos cadáveres, incluso una serpiente muerta, pero no encontraba a sus padres por ninguna parte. Una familia se hizo cargo de él y supo por un monje que su hermana pequeña había sobrevivido. Un día unos chicos con camisetas rojas llegaron al pueblo distribuyendo ayuda y cuando conocieron su historia le dijeron que le ayudarían a buscar a su familia. Nyi Lay esperó impaciente durante días. Dos semanas más tarde regresaron al pueblo y le contaron que habían encontrado a su abuela, a su tía y a sus dos hermanas. Le pusieron un salvavidas y le llevaron en barco a reencontrarse con su familia. Nyi Lay sonreía por primera vez en muchos días.

En el delta del Irrawaddy hay miles de historias como la de Nyi Lay. Hasta el momento Save the Children ha registrado a más de mil niños que han perdido a sus familias. Cuando estuve en Labutta algunos de nuestros compañeros locales estaban recopilando las fotos de los niños en álbumes para ir preguntando por los pueblos intentando conseguir noticias de los familiares. Hasta el momento hemos conseguido reunificar a 45 niños con algún miembro de su familia.

Nyi Lay nos contaba que echa mucho de menos a sus padres y a sus hermanos, sobre todo a la hora de dormir pero está muy contento de haber encontrado a sus hermanas.

Viernes 15 de Agosto

Esta tarde he acompañado a mis compañeros de logística al almacén de Save the Children. Había más de cien compañeros preparando una media de 3.000 kits por día con ropa, cacerolas, jabón, etc. para distribuir entre las familias. En la hora y media que estuvimos en el almacén salieron dos camiones llenos de ayuda hacia al delta. En total, en las próximas semanas vamos a distribuir 70.000 kits para las familias afectadas por el ciclón. Además de kits para los alumnos, para los profesores y para las escuelas con pizarras, tizas, libros, mochilas, chubasqueros, juguetes y sobre todo comida, arroz, judías y aceite. Es impresionante comprobar cómo los números que ves sobre el papel se transforman en cosas materiales que ocupan espacio y que hay que transportar en unas condiciones más que difíciles ya que la única forma de acceder a los pueblecitos del delta es en barco.

Martes 12 de Agosto

Lluvia, lluvia y más lluvia. Hace días que no vemos el sol. En Myanmar hay dos estaciones, la época seca y la de lluvias que dura desde principios de junio hasta finales octubre. La gente más mayor dice que antes era diferente, que no duraba tanto tiempo ni llovía tanto pero el cambio climático está modificando la duración de las estaciones y la intensidad de las lluvias. Siempre llueve cuando salimos a comer y también por la noche, cuando salimos de la oficina. Es ley de Murphy, si vas a salir a la calle llueve. Nos envolvemos en nuestros chubasqueros, cogemos prestado el paraguas de algún compañero y nos remangamos los pantalones aunque no sirve de mucho porque la lluvia es torrencial. De todas formas siempre podemos esperar a que pare un poco o coger un taxi. En el delta es diferente. Los caminos se convierten en un barrizal que los niños tienen que cruzar cada mañana para poder llegar a clase.

Domingo 10 de Agosto

Me encuentro fatal. Parece que hay un virus suelto por la oficina porque poco a poco vamos cayendo todos. Dolor de estómago, la cabeza que no se sostiene sobre los hombros y debilidad en general. A pesar de todo esta mañana he saltado de la cama a la seis para ir al aeropuerto con unos compañeros a esperar un avión de Naciones Unidas con un cargamento para Save the Children. A la vuelta derecha a la cama a intentar recuperar fuerzas para la semana.

Martes 5 de Agosto

Llevo un mes en Yangón y me he enamorado de esta ciudad. Lo primero que me sorprendió fue su verdor, jardines y árboles por todas partes aunque antes de Nargis había muchos más.

Yangón es una mezcla de edificios coloniales en plena decadencia, torres de pisos con fachadas llenas de moho, y algunos, los menos, edificios modernos. Los vendedores de flores de jazmín inundan las calles a primera hora de la mañana y los taxistas no entienden porque los internacionales preferimos dar ir al trabajo caminando.

El centro de la ciudad es una maraña de calles bulliciosas. Una pagoda budista, una mezquita musulmana, un templo hindú y una iglesia protestante conviven a escasos metros unas de otras. En cada esquina una improvisada tetería con pequeñas mesitas y sillas de plástico, una televisión que congrega al vecindario. Té con leche condensada y churros para desayunar.

Explorar la ciudad es toda una aventura llena de sorpresas. El barrio chino con sus tenderetes y el mercado hindú con su olor a especias. Los puestos de comida y fruta fresca inundan las calles de color. Las aceras con sus enormes socavones convierten el paseo en una carrera de obstáculos. El mercado de Bogoke con sus cientos de puestos vendiendo artesanía, marionetas y los tradicionales longis.

Por las noches los edificios más viejos con sus grandes ventanales dejan ver a las familias en su interior. La normalidad parece haber regresado a Yangón tras el ciclón, aunque aquí también cada familia tiene su historia sobre Nargis.

Sábado 2 de Agosto

Una noche como la de hoy hace tres meses Nargis arrasó Myanmar dejando más de 138.000 muertos o desaparecidos y más de 2,4 millones de damnificados. La gente de Myanmar no quiere mirar hacia atrás sino hacia delante. Quieren que sus hijos regresen a la escuela y conseguir una forma de ganarse la vida pero sobre todo necesitan alimentos y los van a necesitar en los próximos meses. El 42% de los hogares del delta perdieron todas sus reservas de alimentos durante el ciclón. Además la temporada para plantar arroz acaba de terminar y solo han conseguido plantar el 50% del arroz cultivable pero ni siquiera saben si germinará bien porque el ciclón inundó las tierras con agua salada. Aquí estamos trabajando a contra-reloj para distribuir más de 7.000 toneladas de alimentos a más de 150.000 personas en el delta durante los próximos tres meses.

Miércoles 30 de Julio

De vuelta en la oficina, tengo serios problemas para acceder a mis correos electrónicos, Internet y velocidad son antónimos ¡eso cuando funciona! la luz va y viene cuando le parece y esto es así todos los días. Mis compañeros locales se ríen cuando los internacionales nos alteramos por esas nimiedades que para ellos son completamente normales. Parece mentira las cosas que damos por hecho desde nuestro cómodo mundo occidental. Nos hemos acostumbrado a estar comunicados veinticuatro horas al día con nuestros móviles último modelo y nuestra conexión ultra-rápida a Internet. De alguna manera hemos perdido la capacidad de ser pacientes. En un contexto como este no te queda otro remedio que recuperar esa capacidad de saber esperar y sobre todo de buscar soluciones alternativas.

Domingo 27 de Julio

De regreso en Yangón; los domingos no hay helicópteros así que no nos ha quedado más remedio que regresar igual que vinimos, diez horas de coche por caminos llenos de socavones. Saliendo de Labutta hemos parado en los campos de refugiados de las tres millas y de las cinco millas. Hoy brillaba el sol y los niños aprovechaban para saltar a la comba y construir castillos de arena. En el campo de las cinco millas Save the Children ha construido un espacio seguro para que los niños puedan jugar. Qué mejor forma de encontrarlo que preguntando a los chavales. En nuestro camino se iban sumando más y más niños, que estaban encantados de la novedad de tener extranjeros con los que jugar.

Thin Thin, la mamá de dos de las niñas que jugaban con nosotros nos contó su historia. Perdió a su marido, a una de sus tres hijas, a su padre y a su hermano en el ciclón. Ahora vive en el campo de refugiados con su madre y sus dos hijas de nueve y cinco años. Nos contó que la tormenta se ha llevado todo lo que tenía, a sus seres queridos y todas sus posesiones. Los campamentos están empezando a ser desmantelados y la gente tiene que volver a sus pueblos aunque no les queda nada allí. Sus hijas no quieren volver al pueblo donde vieron morir a su hermana y a su padre, tienen mucho miedo. Thin Thin nos contaba que nunca podrá olvidar aquella noche y que pase lo pase no quiere volver.

Sábado 26 de Julio

Hemos visitado Lbekurin, un pueblo del delta del Ayeyarwaddy que perdió doscientos hogares en el ciclón de unos doscientos sesenta. De todos los pueblos que hemos visitado este es donde más se pueden apreciar los efectos de Nargis. Una paisaje desolador, caminos de barro y al fondo una escuelita en lo que antes era un almacén. Los ojos de los niños hablan de la terrible experiencia por la que han pasado; sus miradas han perdido el brillo y la risa. La profesora nos ha pedido que Save the Children construya un espacio seguro para que los niños puedan jugar.

En el pueblo hemos conocido la historia de Phyo Wai Zaw, un chavalín de 14 años con cara de pillo pero con la sombra de la tristeza en la mirada. Estaba en el campo ayudando a sus padres y a sus abuelos cuando les sorprendió la tormenta. Phyo Wai Zaw fue el único superviviente, consiguió agarrarse a un palo de bambú. Su padre murió intentando salvar a su mujer y a su propio padre. Phyo Wai Zaw tiene un hermano de ocho años y los dos están al cuidado de su tía. Viven en una cabaña con quince personas más.

Nos ha contado que le gustaría mucho volver a la escuela pero que ahora que sus padres no están tiene que trabajar en el campo y ocuparse de los búfalos de agua. La escuela secundaria más cercana está en otro pueblo a media hora de camino pero la tormenta convirtió los caminos en lodazales de barro y la temporada de lluvias no ayuda. Su hermano pequeño va a la escuela primaria en el pueblo y dice que le hace feliz. De vuelta en la oficina de Labutta les contamos a nuestros compañeros el caso, esperamos que con la ayuda de Save the Children pueda volver cuanto antes a la escuela.

Viernes 25 de Julio

(Continuación a la experiencia en el terreno).
Finalmente no conseguimos plaza en el helicóptero de Naciones Unidas, imprevistos de último momento, y tuvimos que conducir durante diez horas por caminos de barro, de bache en bache y de socavón en socavón. Llegando a Labutta paramos en el campo de refugiados de las cinco millas, la lluvia caía fuerte y la gente se refugiaba en sus tiendas de plástico azul. A pesar de la crudeza de la situación la gente intenta normalizar sus vidas, pasarelas de bambú sobre el barro, ropa tendida, niños que nos mirar con curiosidad.

Llegamos a Labutta de noche con la lluvia todavía sobre nosotros, en algunas calles el agua nos llegaba hasta la rodilla. Una parada en la oficina de Save the Children para conocer a nuestros compañeros locales, una cena rápida y a dormir. Nuestras compañeras locales me han acogido en su casa, una sala de estar grande y encima una gran habitación donde dormimos todas sobre esterillas y con mosquiteras. Los monjes han estado entonando cánticos en el monasterio durante toda la noche y sus rezos llegaban hasta nuestros oídos amplificados por un altavoz gigante. Imposible dormir.

Esta mañana la lluvia seguía cayendo con fuerza y temíamos no poder salir a visitar los pueblos ya que la única forma de llegar es por barco. La zona del delta está compuesta por grandes ríos y centenares de pequeños afluentes. Finalmente amainó un poquito, lo suficiente para poder navegar, aún con lluvia y algunas olas fuertes. El paisaje era impresionante, antes del ciclón esta zona debió ser preciosa, ahora ven los efectos del ciclón en los árboles rotos o arrancados.

Después de dos horas de viaje llegamos a nuestro destino, Pyin Daung Dwin, donde Save the Children está construyendo un espacio seguro para los niños cerca de la escuela. Antes la escuela tenía dos edificios pero la tormenta dejó sólo uno en pie. Muchos de los habitantes se refugiaron en el tejado y así es cómo algunos lograron sobrevivir. Los adultos nos contaban sus problemas para conseguir sustento porque han perdido sus campos, sus animales, sus barcos y sus redes. Mientras tanto los niños nos miraban con los ojos como platos, no ven a muchos extranjeros por aquí.


La siguiente parada es en un pueblo a media hora de camino. Las sandalias en la mano, barro hasta las rodillas, intentamos no perder el equilibrio, parecemos búfalos de agua. Visitamos otro espacio seguro de Save the Children este sí terminado, jugamos un rato con los peques y charlamos con los padres. Los niños adoran a nuestros compañeros locales que les enseñan nuevos juegos y les llevan libros y juguetes. De regreso al barco nos encontramos con una niña dibujando lo que parece un globo terráqueo sobre el barro con un palito. Sus amiguitos nos han pedido que traigamos libros para colorear. Regresamos a Labutta de noche, con el motor del barco haciendo aguas. Creo que para tendremos que conseguir otro barco.

Miércoles 23 de Julio

He pasado unos días en terreno, y sin acceso a las nuevas tecnologías. Nuestros permisos llegaron a tiempo y pudimos viajar a Kunyangon, un pueblo a unas tres horas de camino de la capital. Lo primero una visita a la oficina de Save the Children y al almacén donde pizarras, libros y juguetes estaban listos para ser distribuidos. Siguiente parada, la escuela temporal que Save the Children ha construido en Kamar Kalum, en los alrededores de Kunyangon. La antigua escuela quedó en ruinas tras el paso de Nargis, igual que 4.000 escuelas en todo el país. El pueblo perdió cuarenta personas en el ciclón, entre ellos cuatro niños.

En la escuela la profesora nos contó lo importante que es para la comunidad que los niños puedan ir a la escuela. Además conocimos a la mamá de Min Min, uno de los niños que ha podido retomar sus clases en la escuela temporal. Los padres de Min Min trabajan en el campo y perdieron su casa, su pequeño huerto y también una de sus dos vacas en la tormenta. Min Min es hijo único y sus padres quieren que tenga una buena educación, de mayor quiere ser médico.

Es increíble comprobar la fuerza y las ganas que familias como la de Min Min, que lo perdieron todo en el ciclón, tienen para salir adelante y sus deseos de que sus hijos tengan una educación para que en el futuro puedan llevar una vida mejor.

Por las tardes la escuela temporal se convierte en una zona de juegos para los niños con peluches, cuentos y juegos de construcción. Los niños con los que estuvimos jugando han pasado por experiencias terribles. La profesora nos contaba que jugar y estudiar en la escuela les está ayudando a superar los traumas del ciclón.

Jueves 17 de Julio

Hoy hace dos semanas que salí del aeropuerto de Barajas con destino Yangón. El ritmo de trabajo es tan fuerte que parecen dos meses. Pasamos una media de doce horas diarias en la oficina pero los primeros meses fueron muchísimo peor. Algunos de mis compañeros que llevan aquí desde los primeros días de la emergencia están literalmente exhaustos pero aun así sacan fuerzas de algún lugar desconocido y siguen trabajando al cien por cien. Tanto los internacionales como el personal local están totalmente volcados en dar respuesta a las necesidades de la población y en el bienestar de los niños. Hablamos de trabajo en el desayuno, en la comida y en la cena. Los fines de semana tampoco dejamos descansar a nuestros sobreexplotados ordenadores y aprovechamos cualquier momento para una improvisada reunión.

Uno desde casa se pregunta cómo se consigue dar una respuesta rápida ante una emergencia, la clave es trabajo, trabajo y más trabajo.

Martes 15 de Julio

Un par de reuniones, un par de e-mails y llamadas y está decidido, la semana que viene salgo a terreno con dos compañeros para recopilar información. El miércoles vamos a Kunyangon un pueblo al sur de Yangon que sufrió los efectos del ciclón y desde el jueves hasta el viernes a Labutta una de las zonas del delta más afectadas por Nargis. He visto fotos, he escuchado las historias de mis compañeros pero aún soy incapaz de imaginarme las sensaciones de esos lugares, los paisajes, la humedad del ambiente, los sonidos de los animales, los olores del delta, los sabores de la comida local.

Esta mañana he solicitado mi permiso de viaje, mis compañeros locales no los necesitan pero los internacionales sí. Hemos solicitado una plaza en uno de los helicópteros del programa mundial de alimentos de Naciones Unidas para el viaje a Labutta ya que por tierra se tarda un día entero en llegar y hemos hecho una lista con las cosas que necesitamos para el viaje. Ahora sólo nos queda esperar y a mí cruzar los dedos para que mi permiso llegue a tiempo.

No le he dicho a nadie, que me da miedo volar.

Jueves 10 de Julio

Esta tarde Thein Zaw, el director de livelihoods (el departamento que se ocupa de proporcionar una forma de subsistencia) me ha estado contando lo que supuso el ciclón para su departamento. Tengo serios problemas para entender el acento birmano, pero aún así ha sido muy interesante conocer de primera mano cómo se organizaron para distribuir alimentos y artículos de primera necesidad.

Save the Children lleva trece años trabajando en Myanmar y muchos de mis compañeros ya estaban aquí cuando el ciclón sucedió. A todo el mundo le pilló por sorpresa pero había que responder rápidamente a la emergencia. En cuanto la tormenta remitió nuestros compañeros salieron a terreno a evaluar la situación. Algunos pueblos habían desaparecido por completo. El ciclón arrasó con casas, campos de cultivo, los barcos de los pescadores, incluso con el ganado.

Las cifras oficiales dicen que el agua del mar inundó más de un millón de acres de tierras de cultivo y que más de 20.000 cabezas de ganado perecieron durante la tormenta. El agua alcanzó una altura de 7 metros así que los patos pudieron volar y los cerdos que no estaban atados nadar pero las vacas, cabras o pollos murieron ahogados.

Dos días después del ciclón ya había un equipo de Save the Children trabajando para distribuir alimentos a los supervivientes. La mayor parte de los supervivientes perdieron todo lo que tenían y dependen de la ayuda que reciben para sobrevivir. El equipo de Thein Zaw está trabajando para proporcionar a la población herramientas para que puedan lograr su propia subsistencia de forma que dejen de depender de la ayuda de emergencia. Recursos para poder comprar semillas y fertilizantes, para reparar barcos dañados y comprar redes nuevas, facilitan a los supervivientes una fuente regular de ingresos e incluso crear empleo para sus vecinos.

A veces hay tendencia a imaginar a la gente que recibe ayuda de emergencia como personas pasivas pero en realidad se trata de gente muy activa que están deseando trabajar y recuperar su forma de vida. Simplemente necesitan un empujoncito para hacerlo realidad.

Domingo 6 de Julio

Por primera vez he salido a pasear por Yangon. A diez minutos de la oficina se encuentra Shwedagon Paya, el templo budista más sagrado de Myanmar. Increíblemente bonito y sorprendentemente moderno, con escaleras mecánicas y ascensores. Una bóveda dorada de 100 metros de altura coronada por un diamante de 76 quilates y a su alrededor una diversidad de templos y budas a los que ofrecer oraciones.

Familias paseando, niños correteando, parejitas haciéndose arrumacos, gente haciendo ofrendas a los budas, monjes rezando. Es un lugar fantástico para pasar la tarde del domingo leyendo, charlando o simplemente observando a la gente pasar. Aunque no sé quién observa a quién porque no están acostumbrados a ver muchos extranjeros y te miran con curiosidad pero en cuanto les sonríes te devuelven la sonrisa.

Andamios de bambú y árboles caídos son los testigos de
l paso del ciclón Nargis por el templo. Dos meses después de la tormenta diversos voluntarios locales trabajan para retirar los árboles y arreglar los desperfectos.



Martes 8 de Julio

Hoy hay mucho revuelo en la oficina. Algunos de mis compañeros salen esta tarde a terreno y están ultimando los preparativos, salvavidas para ir seguros en los barcos que atraviesan el delta, mosquiteras para prevenir la malaria, linternas, cámaras de fotos para documentar el viaje, materiales y documentos que tienen que llevar a las oficinas locales y un sin fin de cosas más que tienen que caber en una mochila.

He visto fotos de los primeros días de la emergencia, pueblos enteros borrados del mapa por el ciclón, la gente que no sobrevivió en los márgenes del río, compañeros hacinados en una habitación porque es el único lugar que tienen para dormir. Han pasado los meses y las condiciones han mejorado, la ayuda está llegando, pero las historias de la gente siguen siendo desgarradoras. Tardarán mucho tiempo en poder olvidar y en no sentir miedo de las tormentas.

Sábado 5 de Julio

Anoche tuve un ataque de pánico. A eso de las tres de la madrugada me desperté tiritando y mi cabeza no paraba de dar vueltas, qué hago aquí, no voy a ser capaz. Es mi primera experiencia en terreno y también en emergencias y supongo que eso unido a las 14 horas de viaje, las más de 24 horas sin dormir y haber forzado ayer la máquina desencadenó una montaña de pesadillas y miedos que salieron a borbotones. Como siempre cuando amanece las cosas se ven de otra manera y los fantasmas desaparecen delante de una tostada y un café.

Viernes 4 de Julio

Después de un proceso interminable de e-mails, papeleo, un pasaporte que va y viene y casi se pierde, un visado imposible, catorce horas de viaje, dos vuelos y una carrerita por el aeropuerto de Bangkok por fin estoy sentada en la oficina de Save the Children en Rangoon. La primera impresión es un panal de miel con abejitas que corren de un lado para otro con mil cosas por hacer. Gente que entra y sale, un murmullo constante en inglés y birmano, muchas caras nuevas y muchos nombres que soy incapaz de pronunciar. La emoción de estar aquí hace que me olvide del jet-lag y que quiera absorberlo todo como una esponja. Hay muchísimo trabajo por hacer y tengo muchas ganas de empezar.